Con este libro el autor
no aspira a más que a compartir reflexiones
sobre lo que fue nuestra España hasta llegar a un presente con demasiados
problemas pendientes de solución, pero con sobradas razones para que
todos trabajemos por un más gratificante futuro sin salir de la Práctica
Democrática dictada por nuestra Constitución.
Con no menor fervor
que los fieles concedemos a la Religión Católica, no pocos españoles otorgan al
Socialismo el papel de principal apoyo de la Democracia. Nada que objetar
siempre que la Democracia y el propio Socialismo no sean elevados al rango de
una Religión que aspirase al absoluto dominio de las conciencias hacia un más
allá de este Mundo.
Cabe esta
puntualización porque a la vista está que cierto socialismo y algunas otras
ideologías van bastante más allá que una convencional teoría política, que no
habría de aspirar a más que la de ser reconocido como “arte arquitectónico de
la Sociedad, como habría dicho Aristóteles, dejando para las religiones el
referido moldeo de la conciencia de las personas.
Por efectos de la
fuerte y sistemáticamente urdida propaganda, para millones de personas, ese
socialismo representa lo más importante de sus vidas, diríase que una religión
y, puesto que los correspondientes ideólogos no aceptan ni trasmiten más
verdades absolutas que la de que no hay más
realidad que lo material y que, no siendo nosotros mismos más que
una pequeña parte de la conciencia colectiva de esa “única realidad
material”, resulta harto discutible lo de apelar a la
responsabilidad personal tal como, por ejemplo, se empeñan los
voceros de la moral católica.
Cierto que, para ampliar
su círculo de influencia, no falta quien atribuye al Socialismo inspiraciones
no materialistas; ello sin desechar la “dogmática” raíz materialista. No puede
ser de otra forma en cuanto casi todos los teorizantes socialistas coinciden en
atribuirle a Carlos Marx, el materialista per se, la privilegiada paternidad de
una ideología o religión (según se mire) tan
“concienzudamente” materialista que, al analizarla en sus premisas
fundamentales, no podemos menos de hablar de un extraño fenómeno ideal-materialista.
Ya en el último
tercio del siglo XIX se llamó a la herencia intelectual de Carlos Marx
Socialismo Científico como contraposición a cualquier utopía social de la
época. Lo de Marx era toda una concepción del Universo frente a simples
proclamas o programas de acción sobre tal o cual acontecimiento o
fenómeno puntual en que se habían hecho o se hacían fuertes otros socialistas.
Aun hoy, desde las
filas socialistas, se resisten a poner en tela de juicio cualquiera de los
postulados básicos de una doctrina, la marxista, que, en frase del polifacético
Roger Garaudy, “ha llenado la cabeza y el corazón de millones de hombres y de
mujeres”.
Si aquello de
“socialistas antes que marxistas”, que pronunciara Felipe González en el
llamado “Congreso de reafirmación socialista” (Sept. 1979), pretendía abrir
consecuentes caminos hacia la formulación de una nueva “metafísica”,
“ética” o “lógica” socialista por parte de los más ilustrados del Partido... ,
en la práctica, no ha logrado más que poner en evidencia un hecho
incuestionable: a un socialismo sin Marx le falta “carácter
académico”, sobre todo si se alimenta de resistencia a los valores cristianos;
a lo sumo, puede presentarse como un “materialista” programa de las
reivindicaciones habituales en cualquier oposición o un catálogo de promesas de
acción política. No sirve como doctrina que llene la cabeza y corazón de todos
y, como diría el propio Marx, está condenado a pasar al Museo de
Antigüedades.
El Marxismo, que
se llamó Socialismo Científico o, al amparo de la
propaganda soviética, Socialismo Real, es una doctrina que pretendía
y aún pretende dar razón de todo: presume ser la heredera y síntesis de la
Ilustración y la imprescindible guía en el camino hacia la plenitud
de los tiempos. Todo ello como si la principal diferencia entre los diversos
partidos socialistas fuera simple cuestión de estrategia política y, después
del rotundo fracaso de sus grandes expresiones (Materialismo Histórico-dialéctico,
Repúblicas Populares, Dictaduras del Proletariado, Capitalismo de Estado, etc,
etc. ) siguiera más viva que nunca la rotunda afirmación de Lenin:
“La doctrina de Marx es omnipotente porque es
exacta. Es completa y armónica, dando a los hombres una concepción del mundo
íntegra, irreconciliable con toda superstición, con toda reacción y con toda
defensa de la opresión burguesa. Es la legítima heredera de lo mejor que creó
la humanidad en el siglo XIX bajo la forma de Filosofía Alemana,
Economía Política Inglesa y Socialismo Francés”.
Se nos dirá que el
socialismo del siglo XXI es más político que ideológico y que, por lo tanto, se
aplica a encauzar la “realidad social” en lugar de perderse
por sofisticados laberintos de “viejas” ideas ¿no es por ese camino
como ha logrado hacer socialista a la mitad de España?
Al respecto, conviene
tener en cuenta que la mayoría de los que, actualmente, se presentan
a sí mismos como comunistas no dejan de intentar hacer ver que lo suyo, en
cuanto marxista, no deja de ser un socialismo en estado puro.
El que esto escribe cree
llegado el momento de preguntar… ¿han redundado las experiencias del socialismo
en sus diversas versiones en beneficio de los españoles, incluidos los millones
que se consideran a sí mismos socialistas? ¿no será que todo el aparato de
presión política y propaganda se ha basado en un deliberado desconocimiento de
la genuina realidad en la que nos movemos todos y que, por lo que nos toca,
hemos de tratar de apreciar tal cual es?
Reconozcámoslo: para
todos y cada uno de nosotros, es de vital importancia la certera respuesta a
cuestiones al estilo de ¿quién soy? ¿de dónde vengo? ¿a dónde voy? ¿qué puedo
hacer para darle sentido a mi propia vida? ¿me hace más feliz el
desoír la más acuciante y limpia voz de mi propia conciencia? ¿es
la materia el principio y fin de todo?
Si acertamos con las
debidas respuestas, bueno habrá sido el tiempo concedido a compartir o rebatir
las referencias históricas, transcripciones y
subsiguientes reflexiones, las cuales, en razón del carácter que
otorgamos a la doctrina socialista, nos lleva a bucear en la historia a la
búsqueda y tropiezo con las raíces de un fenómeno “que llena la cabeza y el
corazón de millones de personas”.
CONTENIDO: Introducción,
8./ 1.- La España que fue y ya no puede ser,
11./ 2.- Caudillos,
pensadores y místicos españoles ante la modernidad europea , 34./ 3.-
El tonto y deprimente sueño de Prometeo, 45./ 4.- Entre el ser
y el no ser, 71./ 5.- La Ilustración Francesa en el razonar de
muchos españoles, 87./ 6.- Fundamentalismo ideal materialista
de la Filosofía Alemana del siglo XIX, 108./ 7.- La propiedad
privada, los “burgueses” y el Evangelio, 127./ 8.- Desde el
Mercantilismo a la Economía Política Británica, 136./ 9.-
Génesis del anarcosindicalismo colectivista, 143./ 10.- El Socialismo
“real” o Comunismo, padre de diversos socialismos, 152./ 11.- Raíz
religiosa y tronco mundano de la doctrina marxista, 166./ 12.- La España
revolucionada por importadas ideologías, 177./ 13.- Maestros de la
Sospecha en huida hacia la Nada, 192./ 14.- El camino de España hacia su
Segunda República, 192./ 15.- Por una Política a la altura del Humanismo
Cristiano, 244./ 16.- Las raíces franquistas de la Transición Española,
258./ 17.- La Monarquía Parlamentaria y la Democracia, 303./ 18.- La
modernidad política española, 322./ 19.-
Entre Cesarismo y Colectivismo, 339./ 20.- Ante el particularismo
nacionalista y el renacer de regresivas ideologías, 357./ 21.-
Apasionante desafío con realismo cristiano y amor a España desde la Democracia,
378./ Bibliografía, 410
No hay comentarios:
Publicar un comentario